Secuela viene del latín sequela, que a su vez viene del verbo sequor [= ‘seguir’]. El DRAE todavía la define (no sé por cuánto tiempo) como «Consecuencia o resulta de algo» y «Trastorno o lesión que queda tras la curación de una enfermedad o un traumatismo, y que es consecuencia de ellos». En la primera acepción la emplea, por ejemplo, Francisco Ayala: «…bárbaro clima de asonada revolucionaria, con su secuela de crímenes, de violencias, de sobresaltos, de terrores» (El fondo del vaso, Cátedra, pág. 77). En la segunda, Galdós en el Episodio de Amadeo I: «…en mis apuros —secuela de mi enfermedad y otros excesos…» (cap. 6).
Pero contaminada, como tantas otras, por las traducciones apresuradas, ignorantes y falsamente amistosas del inglés, ha pasado a designar otra cosa. En inglés sequel significa en primer lugar ‘continuación’, y se aplica a eso, a las continuaciones de una obra, a las «segundas partes», incluso si alguna vez fueron buenas. Y así, no había necesidad alguna de secuelas, teniendo como tenemos ‘continuación’, que es lo que exactamente significa.
Llega el papanatismo hasta tal punto que se ha colado en respetables traducciones como Correr tras el propio sombrero: «Si tuviéramos una secuela de Pickwick diez años después…». Pero el uso, o el abuso, de los hablantes es tan poderoso que lo mismo puede envilecer una palabra tan noble como patético, que popularizar una tan «enfermiza» como secuela.
Pero todo lo dicho hasta ahora es tortas y pan pintado al lado de lo que podía avecinarse. Pues ya ha llegado. ¡Precuela! Si abren la ventana tonta por azar, y no cierran los oídos avergonzados de la imbecilidad de tanto locutorzuelo inane, la oirán alguna vez. Estoy por decir con el salmista: «Líbrame de los labios mentirosos, de la lengua traidora» (120,2). ¡Precuela! Suena a recuelo de café. Pero no se asusten, que todavía hay posibilidad de que se nos cuele una poscuela. «El número de tontos es infinito», dijo el Eclesiastés, y lo corroboró Sansón Carrasco: «que, como de stultorum infinitus est numerus, infinitos son los que han gustado de la tal historia» (Quijote II,3). Léase palabro donde historia, y espero que Sansón se equivocara.