Con Bukhara y Samarcanda, Khiva es un hito destacado en el trayecto de la Ruta de la Seda que discurre por Uzbekistán.
Es una ciudad de larga historia, que en el siglo IX tenía 800. 000 habitantes y sobresalía como punto estratégico en los intercambios económicos y culturales que propiciaba la Ruta de la Seda. Saqueada por Genghis Kan en el año 1220, no se recuperó de tal desastre hasta el siglo XIV. Hasta 1865 fue uno de los principales mercados de esclavos del mundo.
Una muralla circular de adobe abraza un conjunto monumental formado en su mayoría por construcciones levantadas entre los siglos XVIII y XIX, última etapa de esplendor de la urbe, y conforma una muestra atractiva y bien conservada de la arquitectura musulmana del Asia Oriental. Integran el conjunto madrazas, sinagogas, mausoleos, palacios y 14 minaretes.
Entre los elementos arquitectónicos más sobresalientes descuellan el minarete inacabado de Kalta Minor, que estaba llamado a convertirse en el más espectacular del mundo musulmán y hoy refulge por el brillante colorido de sus azulejos, y la madraza de Alakuli Khan, construida en los años 1834-35 con las aportaciones del entonces gobernador de Khiva, Alakuli Khan.
Dentro de las murallas se esconde una ciudad de ensueño que sirve para recrear un pasado mágico, hermoseado por la imaginación y la literatura. Sorprende el grosor de la cerca, el resplandor de los azulejos, la altura de los minaretes, el embrujo de las calles. Se diría que todo está concebido como un precioso decorado donde tienen cabida las narraciones que se desgranan en el libro Las mil y una noches. Un escenario, pero un escenario magnífico, de notable belleza y capacidad evocadora, que deslumbra al viajero por su exotismo y belleza.
Enhorabuena al autor por tan estupendas fotos y por tan buen texto.
Dan ganas de viajar a tan recóndito lugar para conocerlo.
Muchas gracias por enseñarnos estas joyas.
Excelente crónica y magníficas fotos, que de ambas he disfrutado.
No pares, sigue, sigue.
Gracias al lector por dejarse seducir tanto por las fotos como por el texto.
Ciertamente, la ciudad mostrada en las fotografías es muy atractiva; y su visita, absolutamente recomendable.
Gracias le sean dadas al señor duque por sus animosos comentarios.
Permita su excelencia transmitirle el mensaje de que seguiré adelante en el empeño, aunque sólo sea empujado por el ritmo tan perentorio y frenético que imponen los dos verbos.