Demasiado lío para sacar un minuto y poder escribir por estos lares. Pero el libro que estoy terminando así lo merece.
Es un texto sencillo, no busquen retruécanos. Es la historia de un hombre de mirada bondadosa y valores básicos. Tan básicos que mucha gente no los conoce. José Antonio Labordeta. Regular, gracias a dios.
En el libro se juega con la intercalación de episodios pasados y presentes. De sus comienzos como maestro, de sus viajes fuera de España, sus conciertos, su hermano Miguel, su padre, el colegio nazi en que comenzaría sus estudios, su incumplida promesa de estudiar Derecho, Juana, sus hijas, el PSA, el Congreso, el otro PSA…
Son especialmente descriptivos y significativos de una época los capítulos en que se refleja la realidad de los 50 y 60. El miedo a ser detenido invadía cualquier acción. Todo debía ser colegiado con uno mismo, con su conciencia y con su valentía. Con cantos a la libertad.
Aunque la emotividad, traslúcida en puntos y desgarradora en otros, se siente y se palpa en los capítulos en que habla de su enfermedad. José Antonio Labordeta y su cáncer. Es el título de ese submundo que invade la vida que desprende el librlo. El dolor, el miedo, la lucha, la pena. No hay nada como tener que morir cuando uno quiere vivir y además tiene verdaderos motivos para querer seguir haciéndolo.
A Labordeta creo que se le ha querido siempre. Por lo que representaba de sinceridad y de nobleza, pero especialmente de normalidad. Político del pueblo. Cantante del pueblo. Hombre del pueblo. Uno de los nuestros. Cercano.
Ya sé que se ha muerto, pero me cuesta enfilar estos últimos capítulos en que él mismo escribe la manera en que la muerte, como a don Quijote, le está apartando de nosotros.