Hace unas semanas vimos la contaminación de arramblar y prometimos hablar un día de ramplón. Hoy es un día tan bueno como otro o tan ramplón como cualquiera.
Aunque de etimología discutida, el primer significado que ofrece el DRAE: ‘vulgar’, ‘chabacano’, es el más conocido y en la actualidad casi el único que se repite. Pero el primero que da Corominas es el de «‘pieza de hierro con las extremidades vueltas’, probablemente tomado del italiano rampone ‘gancho’, aumentativo de rampa ‘zarpa, garra’ y de rampo ‘gancho’». Corominas sospecha un origen germánico como el que vimos en rampa. «Está claro que ramplón viene del más antiguo rampón por repercusión de la [consonante] líquida. […] …como los ramplones sirven para herraduras, el vocablo se aplicó después a los zapatos toscos, y acabó por hacerse adjetivo, con el sentido de ‘burdo, grosero’».
«En realidad —sigue explicando Corominas— al principio ramplón era solo sustantivo masculino, como se ve por un pasaje de Góngora, a. 1614, donde herrar de ramplón equivale a ‘herrar con ramplones’: “a solicitar se fue / dos mulas de cordobán, / que le hierran de ramplón / vecinos de Fregenal”. Está también en Quevedo. Ya en Góngora parece aplicado jocosamente a unos zapatos toscos, comparados a unas herraduras. Al principio se diría solo herraduras de ramplón hablando de las caracterizadas por dichas piezas de hierro; después zapatos de ramplón aplicado a los toscos y comparables a unas herraduras; más tarde la locución de ramplón se aplicaría a cualquier cosa tosca, como ya se ve por el pasaje de la Pícara Justina citado por [el Dic. de] Autoridades: “despedida aquella fantasma tocinera, aquel galán de ramplón, aquel amante inserto en salvaje, me acogí debajo del pabellón de nuestra carreta”. Finalmente se dijo adjetivamente herradura ramplona (Aut.), zapatos ramplones, y por último versos ramplones, escritor ramplón, uso todavía no reconocido por Aut., pero frecuente ya en el s. XIX».
Este uso, «frecuente en el siglo XIX», es el que ha llegado hasta nuestros días. Ya antes el P. Isla, en Fray Gerundio, tachó de «un latín tan llano, tan natural y tan ramplón que le entenderá una demandadera» al que ponen en sus títulos autores romancistas que se precian de latinos sin serlo (Cátedra, 1995, pág. 306; Isla utiliza ramplón y ramplones varias veces); metidos en el XIX, Pérez Galdós, en efecto, habla de «ingenio ramplón» y «arte ramplón» en Rosalía (Cátedra, 1983, págs. 29 y 149); Clarín, de «lenguaje ramplón» en Su único hijo (Cátedra, 2001, pág. 174); Pereda, de «cumplido ramplón» y «padrazo ramplón» en La Montálvez (caps. I,15 y II,2); Valle-Inclán llama «adulón y ramplón» a Nachito en Tirano Banderas (Espasa-Calpe, 1999, pág. 227). En fin, está presente en Unamuno (que coloca ramplones al lado de vulgares por tres veces en una sola página de Abel Sánchez, cap. 16), en Baroja, Gómez de la Serna y Antonio Machado, por ejemplo. Este último, en un «Diálogo entre Juan de Mairena y Jorge Meneses» nos dice: «Un himno patriótico nos conmueve a condición de que la patria sea para nosotros algo valioso; en caso contrario, ese himno nos parecerá vacío, falso, trivial o ramplón» (Cancionero apócrifo, en Poesías completas, Espasa-Calpe, 1989, pág. 710).
Herraduras de ramplón… He aquí cómo de un gancho torcido, apto para una herradura, hemos pasado a los «versos rastreros, zafios, ramplones, prosaicos y desmadejados, cacofónicos y cursis» de que se burlaba Clarín.