Presentación de El Diablo de la Guarda - Oportet Editores

Presentación de El Diablo de la Guarda

5 octubre, 2018

Presentación de <em>El Diablo de la Guarda</em>

Ayer presentamos, en la Biblioteca Pública Miguel
Hernández de Villalba, la novela de Alfredo F. Alameda, El Diablo de la Guarda, recientemente publicada por Oportet Editores. Fue un acto que tuvo
algo mágico. Desde el momento en que entras en la Biblioteca, con una de las
últimas fotos de Miguel Hernández y versos sembrados (en todos los sentidos de
la palabra) por paneles y paredes, se advierte que es un lugar acogedor para hablar
de literatura.

Foto de Ángel Aguado.

Dio la bienvenida y abrió el acto la concejal de cultura de Villalba, María Torre-Marín, que, contra lo que es habitual en estos tiempos apresurados, no solo había leído el libro con atención, sino que hizo perspicaces sugerencias desde varios puntos de vista. Porque, en definitiva, se trata de una novela que tiene algo de policíaca, itinerante, aventurera, amorosa, sociológica, con ingredientes de todos esos géneros sin acogerse en exclusiva a ninguno. Emilio Pascual llamó la atención sobre una escritura directa, sin pretensiones pero sin caídas, aquel «escribo como hablo» de Juan de Valdés, al que también acudieron Teresa de Jesús y Cervantes. Lo que no impide que en ocasiones haya líneas, como una de la página 119, que en su sobriedad y contundencia retrata como ninguna el terror de los años perdedores de posguerra: «Baja la voz, cierra la ventana, quema esos libros, vamos a misa…». Una línea cuatrimembre solo comparable a algunos de los episodios de Terror y miseria en el primer franquismo, de Sanchis Sinisterra.

Foto de Ángel Aguado.

La novela, ambientada en 1963, empieza con estas líneas contundentes:

El 7 de abril de 1963 amaneció especialmente frío en Ávila, y una copiosa nevada cubrió de blanco las montañas y caminos circundantes. Era Domingo de Ramos, pero ni el domingo ni los ramos impidieron que fueran asesinados dos frailes y un boticario.

 A partir de este momento el lector ya sabe, sin saber, lo que le espera. El título alude a un versículo del Génesis, aquel en que Caín dice: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?». Pues aquí sí: aquí hay un hermano, con algo de arcangélico y diabólico, que se erige en el guardián de su hermano, víctima de abusos en un internado. No vamos a desvelar nada, pero esos asesinatos del principio, como casi todo en este mundo, tienen sus causas y sus efectos. Como dice el narrador a principios del capítulo 9, «todos los hechos tienen antecedentes que los explican. Sin ellos, no se comprenden». Entre las consecuencias, un recorrido por el Madrid del 63, que constituye un mosaico de la sociedad de la época, desde los barrios que empiezan a crecer en las afueras, los bocadillos de calamares, la lucha por la vida barojiana, pasando por los tebeos, el fútbol, los cigarrillos sueltos, hasta la corrupción heredada del estraperlo, la prostitución, los abortos clandestinos, el feroz rigor de los internados, y también, por qué no, la mirada compasiva de quienes comparten el subsuelo. Estampas de la prensa y de la radio, con sus noticias y hasta sus anuncios publicitarios, van punteando los momentos de suspensión del relato.

Foto de Ángel Aguado.

Cerró el acto el autor, con
una evocadora reconstrucción de sus años infantiles en Villalba, y unas pistas
de lectura sobre el recorrido de los hermanos protagonistas de la novela. El
autor, que conoce muy bien los escenarios que pisan los hermanos en su huida,
arrancó una cerrada ovación del público que llenó la sala. Un acto, en fin, que
reconcilia con los libros y la literatura.

Foto de Ángel Aguado.