Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,es el único argumento de la obra.
¡Ay!, cuántas cosas perdidas
que no se perdieron nunca.
Todas las guardabas tú.
Menudos granos de tiempo,
que un día se llevó el aire.
Alfabetos de la espuma,
que un día se llevó el mar.
Yo por perdidos los daba.
Y por perdidas las nubes
que yo quise sujetar
en el cielo
clavándolas con miradas.
Y las alegrías altas
del querer, y las angustias
de estar aún queriendo poco,
y las ansias
de querer, quererte, más.
Todo por perdido,
todo en el haber sido antes,
en el no ser nunca, ya.
Y entonces viniste tú
de lo oscuro, iluminada
de joven paciencia honda,
ligera, sin que pesara
sobre tu cintura fina,
sobre tus hombros desnudos,
el pasado que traías
tú, tan joven, para mí.
Cuando te miré a los besos
vírgenes que tú me diste,
los tiempos y las espumas,
las nubes y los amores
que perdí estaban salvados.
Si de mí se me escaparon,
no fue para ir a morirse
en la nada.
En ti seguían viviendo.
Lo que yo llamaba olvido
eras tú.
Cuando utilizamos la teoría matemática para intentar acotar el tiempo, para intentar comprender su significado, buscar una fórmula que nos dé la respuesta nos encontramos con un Einstein o con un Hawking…
Cuando en otras ocasiones se diserta sobre el tiempo a través de asonancias, nos hallamos ante un poeta. ¿Y si resumiésemos la esencia de un poeta como aquello que nos permite mirar el tiempo?
¿Y si resumiésemos el tiempo en el diferente tiempo de los poetas? Porque no se crean…no es lo mismo el tiempo de Gil de Biedma, que el de Salinas, o el de Aleixandre…
¿Y si entre tantos tiempos paradigmáticos, encontrásemos la esencia de nuestro tiempo?
Desde luego, ante todo late una reflexión de José Hierro: “Todo el mundo necesita poesía, aunque no lo sepa”.