La guerra civil y la posguerra, como acontecimientos que han marcado una época y a varias generaciones de españoles, han sido y son todavía una fuente inagotable de creatividad. La dureza de las vivencias, las circunstancias y las situaciones han hecho que sus capítulos se desgranen en el cine y la literatura de forma recurrente.
Partiendo de la base indudable de la crudeza de una guerra y de los mitos que pueden haberse creado a su alrededor, la certeza de que muchos de los hechos contados no tienen apenas aportación ficticia provoca que en muchos momentos se tome dimensión real de la debacle social que supuso el largo período histórico que comenzó en España en 1936 y que se alargó hasta 1975.
Amén de esta proliferación de obras dedicadas a la guerra civil, estamos acostumbrados a la narración histórica y ficticia, así como a la contemplación de los hechos de forma audiovisual, pero no estamos tan acostumbrados a que el cómic, ese género asociado a la risa y al entretenimiento, sea el soporte elegido para la plasmación de hechos ciertos y biográficos. Este último es el caso de Paracuellos, de Carlos Giménez.
Paracuellos es la obra en seis volúmenes escrita por el dibujante Carlos Giménez. Los dos primeros volúmenes fueron editados a finales de los 70 y finales de los 80 y los otros cuatro entre 1997 y 2003. Están formados por las historietas autobiográficas protagonizadas por aquellos niños de la posguerra española que, siendo huérfanos o cuyos padres no pudieron hacerse cargo de ellos debido a la pobreza, la enfermedad o el encarcelamiento, crecieron en los hogares de auxilio social, una organización que comenzó dentro del seno de la Falange y que se dedicaba al cuidado de niños víctimas de la guerra.
Giménez narra en primera persona en estas historietas en blanco y negro cómo era la educación, la disciplina y la convivencia entre los niños y las personas encargadas de su cuidado en varios de los hogares por los que pasó a lo largo de su infancia. Uno de ellos, el hogar de auxilio social del municipio madrileño de Paracuellos de Jarama, que ocupaba el antiguo palacio de los duques de Medinaceli, es el que da nombre por su emplazamiento a toda la serie.
La incredulidad y el estupor son algunos de los sentimientos que se despiertan a medida que avanzamos en la lectura de esta biografía colectiva de una generación marcada por la férrea educación nacionalcatólica, pero también la ternura y candidez hacen que esta serie deje su impronta fijada para siempre en el recuerdo bibliográfico del lector y la conviertan en una lectura obligada.
Lo último que hemos sabido es que con bastante probabilidad, estas historias serán llevadas al cine.