Hace ya nueve años. Sí, el 21 de diciembre de 2002 fallecía «nuestro» siempre presente Pepe Hierro.
Además de su extensa obra, de sus mil y una noches entre Madrid y Santander han quedado imágenes, sonidos y maravillosas anécdotas del poeta.
Premio Nacional de Poesía (hasta en dos ocasiones), Premio Cervantes, Doctor Honoris Causa de la Universidad Menéndez y Pelayo y un largo etcétera de reconocimientos a su trayectoria.
El mejor ejemplo de lo que significó José Hierro lo sabe bien Joaquín Sabina. El 17 de diciembre de 2002 en la presentación en la Casa de América de Madrid del segundo número de la revista de poesía La Estafeta del Viento, a la que estaba invitado el propio Hierro junto al cantante, Sabina explicó que el poeta había sido ingresado y por eso no se encontraba allí; se acordó de su amigo con un soneto:
No te nos mueras, Pepe, que te mato, no nos dejes la vida tan viuda, ofende más la sangre que la duda, no nos digas adiós, quédate un rato.
Rezando estoy por ti como un beato de hinojos ante Cristo y ante Buda, a los pies de una virgen sordomuda que empapa de diptongos tu retrato.
Que se joda la puta desdentada, que suspensan en hierro a los doctores, que vean amanecer las mariposas.
Que vuelva a trasnochar la madrugada, que hagan puente los viernes de dolores, que tenemos que hablar de muchas cosas.
Cuatro días después fallecía el inolvidable José Hierro.