Revenons à nos moutons, volvamos a nuestras cosas, o «de mi corazón a mis asuntos», por honrarnos con el verso elegíaco de Miguel Hernández cantado por Serrat. Estábamos hablando de la «mondarina» y otras ultracorrecciones cuando se nos cruzaron en el camino las naranjas y los albaricoques con sus accidentados periplos. ‘Mondarina’ no prosperó en el lenguaje académico, pero Mallorca sí.
Porque Mallorca, como Menorca, son dos palabras estrictamente latinas, casi sin evolución. Plinio habla de insula Maiorica (isla mayor) por oposición a insula Minorica (isla menor). Tanto maior como minor han dado en español «mayor» y «menor», respectivamente. No había, pues, ninguna razón para que Maiorica no diese ‘Mayorca’, como Minorica había dado ‘Menorca’.
Todavía en 1832 Quintana escribía Mayorca en la vida de Don Álvaro de Luna. Pero con los problemas fonéticos que, salvo los cuatro rudos castellanos que quedamos, todo el mundo ha tenido con la «elle», más las consiguientes confusiones ortográficas, algún bienintencionado supuso que Mayorca era una ortografía errónea, cuando era la verdadera. Y sustituyó la y por la ll. El uso, es decir, el abuso hizo el resto.
Y es que ya dijimos que hasta corrigiendo es posible «pasarse», y no siempre es el habla popular la equivocada. Lo veremos el próximo día.