Los desahogos del joven Unamuno - Oportet Editores

Los desahogos del joven Unamuno

20 enero, 2017

Los desahogos del joven Unamuno

El martes 31 de enero, en el Ateneo de Madrid, tendremos ocasión de hablar y oír hablar del libro inédito de Unamuno Apuntes de un viaje por Francia, Italia y Suiza. Sabemos que Unamuno compró en Barcelona dos cuadernos, en los que empezó a anotar sus impresiones de viaje. Y, como ya hemos dicho, esta especie de diario de viaje puede considerarse el primer libro completo de Unamuno.

Ya desde adolescente al joven Miguel le gustaba anotar todo lo que pensaba al hilo de lo que observaba o imaginaba. Como ha escrito Miguel Ángel Rivero Gómez en su edición de los Cuadernos de juventud de Unamuno (Universidad de Salamanca, 2016), la laguna «relativa a sus años de formación… constituye una de las etapas más desconocidas del pensador vasco». Y si uno repasa esos cuadernos, puede encontrarse en ellos fragmentos de diario personal, aforismos, juicios filosóficos y literarios, cuentos, poemas, artículos de prensa y demás. De uno de ellos dice que lo escribió por encargo, «lo entregué y aún no me lo han publicado». En general, de ese conjunto de notas dice que «unas las he escrito para publicarlas, otras para guardarlas».

También estos Apuntes del viaje por Italia, Suiza y Francia tienen algo de notas provisionales y, como vimos la semana pasada, lo mismo las llama «desahogos de un muchacho», que un Diario de viaje que no descarta publicar algún día. Lo bueno de estos Apuntes es la inmediatez, frescura y humor con que está escritos (como testifican las tachaduras y correcciones sobre la marcha, que esta edición naturalmente ha respetado). Sirva el siguiente ejemplo del humor, un tanto corrosivo, del joven Unamuno. El día 12 de julio de 1889, tras visitar el Vaticano, escribe:

 «En las logias de Rafael lo que más me gustó fue el Padre Eterno con facha de bonachón, presentando Eva a Adán. Es la Eva más linda, más infantil y más graciosa que he visto, con sus brazos cruzados cubre los senos pero nada más, y está en la actitud de una ternerita pronta al sacrificio. El holgazán de Adán, rojo, la mira sentado con una satisfacción burguesa que encanta, y el Padre Eterno apoyando una mano sobre el redondo hombro de la mujer observa la cara que pone Adán el rojo. Adán y Eva están desnudos, como es natural; Dios vestido, como también es natural».

 La semana que viene, más. Tendremos libros. El lector no se sentirá defraudado.