La muerte según Jobs - Oportet Editores

La muerte según Jobs

6 octubre, 2011


El día se nos ha echado encima con la noticia del fallecimiento de Steve Jobs, el genio que inventó Apple, entre otras cosas. Un tipo fascinante, dicen los que le conocieron.

La cuestión es que repasando un poco su trayectoria, se destaca especialmente el discurso de graduación que Jobs impartió el 12 de junio de 2005 en la Universidad de Stanford. Especialmente por su contenido emocional. Habló de diversos temas trascendentales, pero sobre todo caló hondo la forma en que trató la muerte:

Cuando tenía 17 años leí una cita que decía algo parecido a «Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto». Me impresionó y en los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: «Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?» Y cada vez que la respuesta ha sido «no» varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.

Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque casi todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solo aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.

Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un escáner a las 7:30 de la mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. ¡Ni sabía lo que era el páncreas! Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los seis meses. El médico me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para morir. Significa intentar decir a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años, en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.

Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego por la tarde me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja el páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien. Es lo más cerca que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas cuantas décadas más.

Al haber vivido esta experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era puramente un concepto intelectual: Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la muerte es muy probable que sea la mejor invención de la vida. Es su agente de cambio. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, vosotros sois lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, seréis los viejos. Y seréis eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es cierto. Vuestro tiempo tiene límite, así que no lo perdáis viviendo la vida de otra persona. No os dejéis atrapar por dogmas, no viváis con los resultados del pensamiento de otras personas. No permitáis que el ruido de las opiniones ajenas silencie vuestra voz interior. Y más importante todavía, tened el valor de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.

El tema de la muerte está presente en la mayor parte de los grandes autores de la historia de la humanidad. Desde tiempos inmemoriales, como se suele decir.

Así Cervantes en boca de Sancho Panza: «… todas las cosas tienen remedio, si no es la muerte, debajo de cuyo yugo hemos de pasar todos, mal que nos pese, al acabar de la vida» (Sancho Panza, II,10); R. L. Stevenson en «El Dorado» dentro de Virginibus puerisque y otros ensayos «Solo hay un deseo que pueda realizarse en la vida; una sola cosa que sea perfectamente asequible: la muerte. Y por una serie de circunstancias, no hay nadie que pueda decirnos si merece la pena alcanzarla»; Montaigne, en sus Ensayos, por supuesto: «No sabemos dónde nos espera la muerte: esperémosla en cualquier lugar. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. El que aprende a morir, aprende a no servir. El saber morir nos libera de toda atadura y coacción»; Victor Hugo en Nuestra Señora de París, en boca del personaje Pierre Gringoire: «¿Qué es la muerte a fin de cuentas? Un mal momento, un peaje; el paso de poco a nada. Como alguien preguntara a Cercidas, el megapolitano, si moría a gusto, respondió: “¿Y por qué no? Después de morir veré a grandes hombres como a Pitágoras entre los filósofos, a Hecateo entre los historiadores, a Homero entre los poetas o a Olimpo entre los músicos”», etc.

Como apuntaba Gracián en el discurso 47 de la Agudeza: «La muerte enseña mucho en poco tiempo».

Así es.