Ya hemos hablado en más de una ocasión de las citas de memoria, con su grado más o menos distante de aproximación o falsedad. Con frecuencia son producto (sobre todo en WhatsApp) de la facilidad para reenviar y el apresuramiento para hacerlo, unas veces fiados de la supuesta auctoritas de quien lo envía, o sencillamente porque nos parece tan a propósito (de lo que sea) que no hay por qué verificarlas. Ya se sabe el principio periodístico: «No dejes que la verdad te estropee un buen reportaje», como tituló Guillermo Altares un «Análisis» en El País de 29 de enero de 2016 .
Quizá a causa del encierro viral, o por pura inercia, se han multiplicado las remisiones. Esta ha llegado por conductos distintos, con motivo del Día del Libro y sin él:
Cualquiera que haya leído El Quijote sabe que es una construcción que no tiene que ver con él ni por asomo (salvo los nombres de don Quijote y Sancho), quebrantando así el propio dicho de Cervantes, que en el prólogo del segundo Quijote decidió entregarnos «a don Quijote dilatado y finalmente muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle nuevos testimonios». Ya hemos comprobado hasta la saciedad que no ha sido así. Pero a veces el humor acierta sin tergiversar la cita. Hoy mismo Pollux Hernúñez me ha enviado este estupendo chiste de Jesús López Araquistain, que sin necesidad de comentario sí me he apresurado a difundir:
El autor merece «general aplauso», tanto por el ingenio como por la exactitud. Podrá comprobarlo quien abra el primer Quijote por el famoso capítulo sexto, «Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo», cuyo versículo 6 dice al completo: «Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego».
No hay por qué insistir más, acogiéndome al final de la «Aprobación» que el Licenciado Márquez Torres puso al frente del segundo Quijote: «…alguno dirá que toca los límites del lisonjero elogio; mas la verdad de lo que cortamente digo deshace en el crítico la sospecha y en mí el cuidado; además, que el día de hoy no se lisonjea a quien no tiene con qué cebar el pico del adulador, que, aunque afectuosa y falsamente dice de burlas, pretende ser remunerado de veras».Valete.