Las efemérides y los aniversarios suelen nacer bajo el signo de la urgencia. Los suplementos culturales rara vez consiguen sustraerse a la magia prefabricada de centenarios y otros ordinales que parecen tener algo de cabalístico. Eso implica tirar de biblioteca o, si se está especialmente apremiado, de la memoria. O de la red, donde tantos peces caen.
Este año se ha celebrado el segundo centenario del nacimiento de Verdi y el primero del de Camus. Hace unas semanas Babelia se entregó a Verdi; la semana pasada, El Cultural, parcialmente, a Camus.
Pues bien, en la «Primera Palabra» de El Cultural del pasado día 25, «Camus o el único problema serio: el suicidio», pudimos leer: «En Le malentendu, [Albert Camus] pone en boca de Marta la frase estremecedora: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”». Esto lo escribe Luis María Anson, de la Real Academia Española, y confieso que me sobresaltó.
Es el caso que, a principios de los 70 y sin Castañuela (hace, pues, tantos años que nadie puede estar al abrigo de la desmemoria), yo monté El malentendido con mis alumnos de la entonces Escuela Normal de Magisterio de Segovia (ahora creo que tales escuelas llevan otro nombre). Éramos casi de la misma edad, y recuerdo también que el papel de Marta lo hacía una gloriosa jovencita de la que pude haberme enamorado, y a la que incluso le hice unos versos sobre el desdoblamiento de persona y personaje.
Recordaba todo eso, pero no la cita en boca de Marta. Sé que utilizamos la traducción de Primer acto, y por si aquella hubiera sido cómplice de alguna supresión, he vuelto a visitar El malentendido, para deshacer el otro, esta vez en las Obras completas de Alianza, Madrid, 1996, tomo 2, págs. 11-79. Y no. Marta nunca dice eso.
Y, sin embargo, en la época de aquel montaje la cita ya me resultaba familiar, desde que la vi por primera vez en Charles Moeller, con la misma formulación que cita Anson (Literatura del siglo XX y cristianismo, I, Madrid, Gredos, 1955, pág. 74). Solo que la célebre frase «Il n’y a qu’un problème philosophique vraiment sérieux : c’est le suicide» no es de El malentendido, sino la primera línea de Le Mythe de Sisyphe. He podido comprobar que la traducción coincide exactamente con la de Luis Echávarri, publicada en Losada, Buenos Aires, 1953, y reproducida en el tomo I de las Obras completas de Alianza.
Que la memoria es frágil y traidora todos lo sabemos, e incluso quienes la hemos tenido no tan mala ya desconfiamos de ella. Pero ¿por qué entonces tal exactitud y contundencia en la cita, como para atribuirla a un personaje preciso de una obra equivocada? Quizá la respuesta esté en los versos que abren el poemario póstumo de José Mas, Fuga y contrapunto: «La memoria se amasa / con la harina selecta del olvido. […] La memoria es un río que confunde / en su fluir la fuente con el mar» (Sevilla, Renacimiento, 2013, págs. 11 y 12).
O confundir la fuente con el mar. Porque, en efecto, volviendo a Charles Moeller, sucede que en las líneas inmediatamente anteriores a la famosa cita se lee lo siguiente: «Conviene, sin embargo, decir unas palabras sobre esos escritos [El mito de Sísifo]. ¿Cómo será la vida “tanto mejor vivida cuanto menos sentido tenga”? La primera solución es la del suicidio. La Martha del Malentendu recurre a esta escapatoria. ¿Es justa? Esta es la cuestión que inicia el libro» (pág. 74). Es cierto que este texto es lo suficientemente ambiguo como para poder pensar que a Marta se le escapó la conocida y tan citada frase. Pero ya sabemos que Gibbon también pasó a la historia por eludir, si no desdeñar, las fuentes secundarias y atenerse dentro de lo posible a las primarias.
Todo el mundo, en el calor no de la noche, sino de la conversación, ha trabucado una cita alguna vez y atribuido un texto erróneamente. Eso es inevitable y es humano (como también mudar de consejo). Pero cuando en un suplemento como El Cultural y en la pluma de un académico como don Luis María Anson aparece tan categórica referencia, creo que habría que tener algún cuidado. Porque mucho me temo que no tardará en rodar por la red una nueva cita falsa, otra más de tantas como van tejiendo la trama de nuestra superficial (in)cultura evanescente. Esa red, ya se ha dicho, donde quedan prendidos tantos peces.