Se fue Labordeta. Y la tristeza le consume a uno con la misma decisión que el inmisericorde tiempo.
La muerte es el último viaje. Pero, ¿por qué es tan agraz? Ver las imágenes de Labordeta, ese hombre profundo, tierno de mirada y sencillo de acto, consumido por la enfermedad que empuja la clepsidra le hiela a uno el corazón.
Morirse no debería ser así. La muerte es demasiado importante como para tenerle miedo. Pero, qué pena da.
La distancia que impone el azar para los que no le hemos conocido hace que sólo debamos remitirnos a las sensaciones. Y todas eran las de alguien campechano, tan capaz de hablar en el cenáculo, como de callar en su casa. Alguien al que todos quieren. Y al que se echará de menos.
La enfermedad le aherrojó. La memoria le absolverá para siempre.
Llorar es tan simple, que no se me ocurre otra forma de sentirme mejor.