No deja de ser gracioso que, con tan imponente mayusculosidad, haya de aparecer la hache sin una de ellas, ¡tan principal!, en este Guzmán de Alfarache cuyos solucionadores pasos elocuentes ni es preciso indicar, de puro obvios, aunque el último suene a dolor sajón…
Su merced, que tiene más ojos que aquel amo de Samaniego («Si el amo llega, lo perdiste todo; / yo le llamo Cien-ojos por apodo»), tiene hasta oídos para oír la mudez jeroglífica de las haches. Sé —porque lo ha contado él mismo— que una vez Francisco Rico propuso a Martín de Riquer poner la hache etimológica a ‘endecasílabo’; don Martín de Riquer le respondió: «¿Y dónde piensa ponerla?». Quizá en su honor, y en el de su merced, escribió la siguiente hachería el mayor greguerista del reino: «No sé cómo le queda la hache a nihilista».
Su merced honra estos juegos con su presencia, y sé de buena tinta que el egipcio que nos proporciona los mosaicos prepara uno sin daño de barras para las haches.
Uno que es holista (que no es saludador, pero que también practica el arte del saludo, faltaba más) sabe que en el continuo cuerpo-mente caben sinestesias sin anestesia como la de oír el mudo rumor de las haches rupestres. Del mismo greguerista siempre recuerdo una versión de la ofrecida: «Cuando se llega al verdadero escepticismo es cuando por fin se sabe que escepticismo no se escribe con x». Hace dos días les contaba a los alumnos cómo sobreviví diciendo «axfisia», como si padeciera de afasia, hasta que a los 18 años un alma caritativa me desplazó la x que se me había clavado en la garganta y no me dejaba ni respirar…
Sí, es que «hay unos animalitos que corren sobre el agua como si todas las equis —X X X X X— se hubieran escapado de los libros». Equisisaurio completo…
No deja de ser gracioso que, con tan imponente mayusculosidad, haya de aparecer la hache sin una de ellas, ¡tan principal!, en este Guzmán de Alfarache cuyos solucionadores pasos elocuentes ni es preciso indicar, de puro obvios, aunque el último suene a dolor sajón…
Su merced, que tiene más ojos que aquel amo de Samaniego («Si el amo llega, lo perdiste todo; / yo le llamo Cien-ojos por apodo»), tiene hasta oídos para oír la mudez jeroglífica de las haches. Sé —porque lo ha contado él mismo— que una vez Francisco Rico propuso a Martín de Riquer poner la hache etimológica a ‘endecasílabo’; don Martín de Riquer le respondió: «¿Y dónde piensa ponerla?». Quizá en su honor, y en el de su merced, escribió la siguiente hachería el mayor greguerista del reino: «No sé cómo le queda la hache a nihilista».
Su merced honra estos juegos con su presencia, y sé de buena tinta que el egipcio que nos proporciona los mosaicos prepara uno sin daño de barras para las haches.
Uno que es holista (que no es saludador, pero que también practica el arte del saludo, faltaba más) sabe que en el continuo cuerpo-mente caben sinestesias sin anestesia como la de oír el mudo rumor de las haches rupestres. Del mismo greguerista siempre recuerdo una versión de la ofrecida: «Cuando se llega al verdadero escepticismo es cuando por fin se sabe que escepticismo no se escribe con x». Hace dos días les contaba a los alumnos cómo sobreviví diciendo «axfisia», como si padeciera de afasia, hasta que a los 18 años un alma caritativa me desplazó la x que se me había clavado en la garganta y no me dejaba ni respirar…
Sí, es que «hay unos animalitos que corren sobre el agua como si todas las equis —X X X X X— se hubieran escapado de los libros». Equisisaurio completo…