Repasada preceptivamente la lista de operetas del prolífico maestro Guerrero, ninguna otra se ajusta, al modo de las muñecas rusas, al original como «Carlo Monte en Montecarlo», la autoría de cuyo libreto me sorprende que pertenezca al poco reconocido aforista Enrique Jardiel Poncela…
Hermoso Jero, a fe.
Como esta vez no había problemas ortográficos… Bueno, sí a fe: ¿qué pasa con la mayúscula de Monte? Pero no nos pongamos interesantes, porque es cierto que tiene la rotundidad de un palíndromo. Aunque dentro de dos semanas verá su merced uno que roza la perfección.
Repasada preceptivamente la lista de operetas del prolífico maestro Guerrero, ninguna otra se ajusta, al modo de las muñecas rusas, al original como «Carlo Monte en Montecarlo», la autoría de cuyo libreto me sorprende que pertenezca al poco reconocido aforista Enrique Jardiel Poncela…
Hermoso Jero, a fe.
Como esta vez no había problemas ortográficos… Bueno, sí a fe: ¿qué pasa con la mayúscula de Monte? Pero no nos pongamos interesantes, porque es cierto que tiene la rotundidad de un palíndromo. Aunque dentro de dos semanas verá su merced uno que roza la perfección.