(Imagen tomada en Plasencia, en la caseta de una feria gastronómica que promocionaba productos locales. Tarde otoñal, ya envuelta en las primeras sombras de la noche).
Hogazas pictóricas, manchas de color, líneas y volúmenes, espacios de sombra que definen la separación de los cuerpos e insinúan una profundidad remota y oscura que invita a la imaginación.
Hogazas que, aunando placer gastronómico y estético, alimentan el estómago y la curiosidad visual.
Hogazas con la corteza sensible a la ternura, como si fueran la piel de una mujer. Y parte de un cuerpo femenino es lo que algunas parecen. Sobre todo, las que emergen como pechos desafiantes y rotundos, a la espera de una caricia (labios o boca) que les haga temblar.

Entre Dalí y Zurbarán… Una fotografía que a los panarras nos hace salivar paulovianamente…
Celebro que se aprecien cualidades pictóricas en la foto de las hogazas, don Dimas. Sensibilidad y buen ojo necesarios no sólo para descubrir la intención oculta del fotógrafo, sino también para rescatar de la ceniza un tesoro de vocablos hoy sepultados por el vértigo de lo inmediato. El «Tesoro olvidado» debería ser libro de cabecera de cualquier español medianamente ilustrado.