Casualmente he sabido que hoy hace 16 años se suicidó Kurt Cobain. Lamento si cometo un nuevo sacrilegio, pero he de decir que apenas he escuchado nada de este grupo y tampoco he tenido nunca especial interés.
Sí que supe en su momento que el tipo, enganchado a la heroína de manera trágica acabó disparándose un tiro con una escopeta. Y dejando una carta, que concluía con algo así como Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recuerda Courtney que es mejor quemarse que apagarse lentamente.
Digo que todo esto ha sido casualidad, ya que lo que yo realmente estaba haciendo era leer algún poema de José Agustín Goytisolo.
Y preguntarme qué se le pudo pasar por la cabeza al genial maestro antes de arrojarse al vacío. Porque, ¿fue así, no?
Leo a Begoña Aranguren, La mujer en la sombra: la vida junto a los grandes hombres.
La historia de José Agustín Goytisolo se cerró una tarde casi de primavera, el día de su santo de 1999. Cayó desde la ventana de su casa. Sabedores de su tendencia depresiva, algunos medios de comunicación lo anunciaron como un suicidio sin preocuparse por buscar más aclaraciones. Cuando yo llamé por teléfono a Julia, ese mismo día, para darle el pésame, me dijo algo que no olvidaré jamás: «Como no estoy segura dejémoslo en el terreno de la duda». Sin embargo, al cabo de un rato Julia y Asunción supieron que nadie había visto cómo se tiraba, cosa que alguien había dicho al principio. Y se dieron cuenta por una serie de indicios, de que él había perdido el equilibrio y se había caído al intentar arreglar una persiana que se había quedado atascada.
«Él siempre se subía a las escaleras para cambiar bombillas, o hacer pequeños arreglos. Sin duda no pudo bajar el gradulux y me escribió una nota en la que con una letra perfecta decía: «Ton, la persiana se ha atascado» (yo cada día encontraba papelitos con sus notas y yo también le dejaba otras). Luego debió de querer hacer la siesta y fue cuando se subió al brazo del sofá; debió de intentar apoyarse en el cristal de la ventana corredera que, por mala suerte, estaba abierta. Si se hubiera querido tirar lo hubiera hecho por la otra parte de la ventana, mucho más accesible. Además, desde un tercer piso la muerte no está en absoluto asegurada, podía haber quedado impedido. Otra razón fundamental: él sabía que Víctor y yo llegaríamos enseguida del colegio. ¿Cómo se iba a tirar sabiendo que su nieto, que tanto significaba para él, le vería, como efectivamente le vio al cabo de menos de media hora del accidente? José Agustín era muy bruto a veces, pero muy delicado. No, no era su estilo. Por otra parte su estado anímico era mucho mejor porque estaba preparando una serie de recitales con Paco Ibáñez, que era uno de sus mejores amigos. Precisamente esa mañana fuimos a comprar dos camisas que quiso igualitas que las de Paco, para salir al escenario. Dos amigas mías le llamaron esa mañana para felicitarle y habló un rato con cada una. La jueza que se ocupó del caso escribió que, aunque se barajaba la idea del suicidio, había muchos indicios de que había sido un accidente. En realidad, un accidente laboral ya que fue su meticulosidad -de constructor real y no de poesía- la que le llevó a la muerte».
Como digo, todo se ha basado en una casualidad. pero ¿no es el mundo una gran obra de teatro en que todos tenemos un papel? ¿No es todo fruto de la casualidad?