Espurio viene directamente del latín spurius; significa ‘bastardo’ y en consecuencia ‘falso’. El latín lo tomó del griego sporá, que significaba ‘siembra’, ‘simiente’, ‘procreación’, y por tanto ‘linaje’, ‘prole’ o ‘descendencia’. Una semilla ajena producía un ‘hijo espurio’, es decir, ‘bastardo’.
Covarrubias lo detalla con su expresivo y peculiar estilo: «Hijo espurio el que no tiene padre cierto, por haberse ayuntado su madre con muchos en un mesmo tiempo… y es así que de él no se puede averiguar más de que ha sido engendrado de la simiente de hombre; pero no se sabe si de este o de aquel: y así es hijo de la simiente… La ley de la partida décima y última, título 13, part. 6, dice así: Espurio es llamado el que nació de mujer puta, que se da a muchos, etc., y este tal es propiamente hijo de su madre». Por el mismo camino transita el Diccionario de Autoridades, que añade: «Lata y figuradamente se toma por lo que está adulterado, corrompido y que degenera de su ser y origen verdadero». Y cita una frase de Los sueños de Quevedo: «Porque todas sus medicinas eran espurias» [puede verse en la ed. de Ignacio Arellano, Cátedra, 1999, pág. 124].
Poco más habría que decir, de no haber sido por «la forma ultracorregida espúreo, hoy muy difundida», que, aunque registrada «ya en una impresión antigua de comedias de Lope», Corominas sospecha que «en muchos de estos casos se debe a una falta de tipógrafo». Tal vez la forma espúreo resulta más sonora, si no más significativa. El DRAE no la admite.
Pero la cuestión no parece estar resuelta. El propio Lázaro Carreter, en uno de sus dardos de 1992, afirmaba que «la ultracorrección, que practican justamente los menos “correctos”, es una de las fuerzas que secularmente actúan en la evolución de las lenguas. Y estoy completamente seguro de que, sometido el asunto a referendo, el número de hablantes que optan u optarían por la forma espúreo superaría con mucho a quienes prefieren la legítima espurio. ¿Incultos? —proseguía—. Sin duda, pero, puesto a mojarme, confesaré, si no escandalizo, mi predilección por aquella; la empleé una vez, y en algún libro anda registrada mi “falta”» (Galaxia/Círculo, 1997, pág. 611). Javier Marías, académico también, mantiene la misma preferencia en un artículo de La zona fantasma, titulado «La gratitud»: «Paréntesis para los puristas: sí, ya sé lo que dice el diccionario sobre “espúreo”, pero a mí me gusta escribir esa palabra como antes lo hicieron, entre otros, Baroja y Galdós» (El país semanal, núm. 1.721, 20/09/2009, pág. 94). Y, de hecho, así lo estampa en Tu rostro mañana.
Galdós, en efecto, usa tal forma en Gloria: «¡Y pensar que con una sola palabra… volverá a sus brazos el pobre ángel espúreo, que vive rechazado de todo el mundo…! (II,20). Así en Cátedra, pág. 523, que anota: «espúreo: bastardo, ilegítimo». La usa César Vallejo en «A lo mejor soy otro…», de Poemas humanos: «A lo mejor, recuerdo al esperar, anoto mármoles / donde índice escarlata, y donde catre de bronce, / un zorro ausente, espúreo, enojadísimo» (vv. 4-6). La usa Leopoldo Lugones en Lunario sentimental: «Con su molino espúreo, / La luna, en noble hallazgo, / Os prepara el hartazgo / De un almuerzo epicúreo» («Odeleta a Colombina», vv. 109-112). Y aquí no cabe errata por la rima.
Espurio, espúreo… Si el uso hace la lengua, andando el tiempo ¿quién podrá detectar la bastardía?