Según pasan los años podemos comprobar cómo se agudiza más esa sentencia que asevera que la vida tiene sus épocas. Así es.
Desde hace un tiempo a más de uno en Oportet Editores le ha dado por hacer deporte de manera regular. Concretamente salir a correr.
Y una vez que uno tiene la mínima preparación para no morir en el intento de acabar una popular —por muy sencillo que parezca, al final esos generalmente 10 kilómetros se hacen largos— se lanza a la aventura. Y sufre, pero disfruta. Piensa en lo «absurdo» de correr, pero vence al pensamiento. Simplemente se deja llevar.
No hay nada tan gratificante como encontrar textos (a veces apócrifos) que te dan que pensar sobre cualquier tema que llene esa época por la que la vida te lleva.
Quizás por eso a un servidor le ha encantado de manera casi grosera el texto que le ha caído en gracia de un tal Marciano Durán. Poeta —y corredor— uruguayo sobre estos peculiares seres que dedican gran parte de sus días y de sus pies a correr sobre el asfalto, sobre la tierra, sobre la cinta del gimnasio o sobre la superficie preferida por sus egos.
No tiene desperdicio.