Comencemos por el conocido principio:
Capítulo primero.—Que trata de la condición y ejercicio
del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.
IGNACIO CALVO
CAPÍTULUM PRIMERUM.— In isto capítulo tratatur de qua casta pajarorum erat dóminus Quijotus et de cosis in quibus matabat tempus.
In uno lugare manchego, pro cuius nómine non volo calentare cascos, vivebat facit paucum tempus, quidam fidalgus de his qui habet lanzam in astillerum, adargam antiquam, rocinum flacum et perrum galgum, qui currebat sicut anima quae llevatur a diábolo. Manducatoria sua consistebat in unam ollam cum pizca más ex vaca quam ex carnero, et in unum ágilis-mógilis qui llamabatur salpiconem, qui erat cena ordinaria, exceptis diebus de viernes quae cambiabatur in lentéjibus et diebus dominguis in quibus talis homo chupabatur unum palominum. In isto consumebat tertiam partem suae haciendae, et restum consumebatur in trajis decorosis sicut sayus de velarte, calzae de velludo, pantufli et alia vestimenta quae non veniunt ad cassum.
ANTONIO PERAL TORRES
CAPITULUM 1.— Ubi agitur de condicione et indole illustris fidalgi domini Quixoti a Manica.
In quodam loco Manicae regionis, cuius nominis nolo meminisse, nuper vivebat quidam fidalgus ex eis de quibus fertur eos habere lanceam in repositorio, scutum antiquum, equum macrum canemque venaticum cursorem. Etiam erat ei olla potius ex carne bovina quam ovina, pluries in coena condimentum coquebatur, sabbato autem angores et afflictiones ut dicitur, die Veneris pulmentum de lentibus, dominico die vero ad haec omnia addebatur quaedam columba quibus et hoc modo tres partes bonorum eius consumebantur. Quod ei supererat serviebat ad vestes emendas tamquam femoralia ex serico praetexto pro diebus festivis cum tibialibus eiusdem generis, tamen per hebdomadam induebat vestem praestantem.
Lo primero que se advierte es la diferencia de perspectiva y de criterio. Peral Torres es un traductor moderno, mientras que Calvo —al margen de sus razones e intención, que en el momento de traducir debió de pensar como Avellaneda que «casi es comedia toda la historia de don Quijote»— se comporta como un traductor antiguo. Borges ha escrito: «La traducción tiende a convertirse, en la actualidad, en una empresa filológica ejecutada, no sin temor, bajo la tutela del diccionario. En la Edad Media ello no era así y el traductor recreaba, a su manera, el texto original y se dejaba guiar por la sola intuición de mostrar que su lengua vernácula no valía menos que la traducida». Ignacio Calvo ha recreado a su manera el texto original, no por las dificultades intrínsecas de la traducción, toda vez que, habiendo optado por la fórmula macarrónica, nada le impedía haber mantenido las mismas palabras con la única salvedad de las inflexiones latinas [6]: por ejemplo, «in uno lugare Manchae», en vez de su decisión por «in uno lugare manchego». Pero él ha confiado un humor suplementario no al contenido del texto, sino a la forma de la traducción, dando por supuesta la complicidad de quien reconoce debajo el texto original y le superpone las prevaricaciones del latín.
Establecida la diferencia radical, vayamos a las coincidencias formales, que sin embargo son también diferencias por la intención: la primera palabra, sin ir más lejos. Que Calvo traduzca capitulum entra dentro de la lógica interna de su traducción; pero ¿por qué Peral Torres traduce capitulum en vez de caput? Para Plauto capitulum era el diminutivo de «cabeza», y todavía en los textos latinos de filosofía escolástica publicados en los años sesenta, para «capítulo» se utilizaba siempre caput. Sospecho que Peral Torres elige la palabra capitulum porque se trata de una forma de acercamiento a un momento histórico muy lejano de aquel otro del latín ciceroniano, en el que prevé que tendrá que acuñar neologismos, como sucede a continuación. De hecho, Calvo no tiene ningún problema para utilizar fidalgus, mientras que Peral Torres se ve obligado a crearlo y por eso lo pone en cursiva. El rocinum flacum lo ennoblece a la discreta categoría de equum macrum; y si es cierto que Apuleyo podía haberle proporcionado un cantherius, de poco le habría servido para el juego posterior de Rocinante = antes rocín.
Pero la sutileza puede llegar más lejos. El lector que llega al «unam ollam» de Calvo, después de haber leído en la portadilla «curam misae et ollae», no duda ni un momento de su macarronismo. La sorpresa empieza al verla también en el bueno. ¡Cómo! ¿Olla también en la ortodoxa? Y es que olla es una palabra latina más rancia que el tocino de los cristianos viejos, plautina de puro aulularia; sólo que su uso por parte de Calvo la contamina de sospecha: he ahí una prueba evidente del arte contextualizado de que tanto se habla en estos tiempos. Ciertas «obras de arte» no lo serían fuera de un museo de arte contemporáneo, e, inversamente, una olla latina se convierte en macarrónica por pura contaminación. Aunque siempre nos quedará la duda de cómo habría traducido esas ollas podridas de las que Sancho decía que «mientras más podridas son mejor huelen» (II,49) y que Peral Torres se ve obligado a traducir: «dum putridiores, sive si plura sint fartilia ciborum melius redolent».
No le perdonamos a Calvo que se haya comido los «duelos y quebrantos». ¿No conocía su significado? ¿Cómo es que un turpis baturrus, que ridebat, mandíbula batiente, de ómnibus rebus in quibus non praesideret orondus chorizus, qui creat mantecam, et vinum, qui laetificat cor juventutis, pudo eludir un plato tan consanguíneo a su campo semántico? [7] Peral Torres, seducido sin duda por la sonoridad del sintagma, ha traducido un fantástico angores et afflictiones —si bien, atenuado por el ut dicitur— en vez de su significado, como ha hecho a continuación con otras tres palabras de thesauro.
Mi amigo Celso Serrano asegura que uno de los obstáculos casi insalvables para los primeros lectores del Quijote es que, ya en el primer capítulo, y a una línea de distancia, se encuentran con tres palabras incomprensibles: velarte, velludo y vellorí. Calvo no tiene esos problemas: suprime el vellorí con un expeditivo non veniunt ad cassum, y deja tal cual el velarte y el velludo. Peral Torres, o no se ha atrevido a repetir la fórmula de los «duelos y quebrantos», o no ha querido abusar de las circunlocuciones: el caso es que ha subsumido el «velarte» y el «vellorí» bajo un genérico vestis, y las «calzas de velludo» las ha convertido en unas femoralia ex serico praetexto. Pero no vamos a escandalizarnos por cosas de tan poco momento, cuando el Lexicon recentis latinitatis del Vaticano traduce «cortometraje» por brevior cinematographica pellicula; «cuarteto», por cantus a quattuor symphoniacis editus, y «flechazo», por subitaneus amoris ardor. Esclavitudes de la traducción.
Sigamos unas líneas más:
Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben; aunque, por conjeturas verisímiles, se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad.
IGNACIO CALVO
Talis fidalgus non vivebat descalzum, id est solum: nam habebat in domo sua unam amam quae tenebat encimam annos quadraginta, unam sobrinam quae nesciebat quod pasatur ab hembris quae perveniunt ad vigesimum, et unum mozum campi, qui tan prontum ensillabat caballum et tan prontum agarrabat podaderam. Quidam dicunt quod apellidábatur Quijada aut Quesada, álteri opinant quod llamábatur otram cosam, sed quod sacatur in limpio, est quod suum verum apellidum erat Quijano: sed hoc non importat tria caracolia ad nostrum relatum, quia quod interest est dícere veritatem pelatam et escuetam.
ANTONIO PERAL TORRES
Domi autem erat ei hera domus plus quam quadraginta annos nata et neptis, quae viginti annos nondum adimpleverat, et etiam famulus agri, qui eodem modo cingebat sellam equo vel utebatur forfice ad arbores putandas. Aetas huius fidalgi erat circa quinquaginta annos. Complexio eius erat fortis, sed macillentus corpore et gracilis vultu, promptus ad surgendum mane ex lecto atque aliquando fruebatur venatione. Dicebatur nomen eius esse Quixada sive Quesada, in quo est aliqua diversitas apud auctores qui hoc tractant, quamvis per veras opiniones eorum reperiatur eum Quexanam fuisse. Tamen hoc non est prorsus tam magni momenti ad nostram fabulam: satis est nobis ut narratio omnem veritatem ostendat.
Aquí tenemos otra muestra de la amplificatio de Calvo y sus curiosas derivaciones. Ignacio Calvo, de ascendencia popular como era, conocía perfectamente que «no estar descalzo», como «tener cubierto el riñón», significaba «tener dinero». Por eso necesita la explicación, y de la pobreza pasa a la soledad. Como teólogo casero, tampoco ignoraba que non est bonum esse hominem solum (Gn 2,18). Y así, cuando Cervantes dice sencillamente «que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse», y Peral Torres que «nihil amplius ei deerat quam dominam invenire ad amorem ardentem ostendendum», Calvo añade que «vidit cum magna desconsolacione quod adhuc restabat rabum ad desollandum, id est… buscare damam». De nuevo el id est, el arañazo de la soledad soterrado bajo la risa un tanto burda. Y hablando de amplificar, ¿por qué Peral Torres suma un ardentem al amorem? ¿Recordaba acaso el amoris ardor vaticano? Quizá, como el paleto que oyó Cibeles y vio tricornios, habría que decir: «ceviles, señora, que todos nos equivocamos». Id est, «llaneza, mochacho, que todos amplificamos».
Don Quijote tenía «una sobrina que no llegaba a los veinte»… En la imaginación borgesiana de un Don Quijote que lamenta su polvorienta circunstancia del siglo XVII (curiosamente «la soledad que va dejando el tiempo»), esa sobrina se convierte en «una vaga sobrina analfabeta». Frente al sobrio «quae viginti annos nondum adimpleverat» de Peral Torres, Calvo, que no pudo leer a Borges, nos dice que «nesciebat quod pasatur ab hembris quae perveniunt ad vigesimum». ¿En qué consistía la ignorancia de la sobrina? Sabemos que Calvo evita tratar de cosis peliagudis, y por eso es grande la tentación de saltar al capítulo 16 a ver cómo describe a Maritornes. Cervantes no se priva:
«Servía en la venta, asimismo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera».
Veamos ahora nuestros traductores. Peral Torres no tiene mucho que envidiar a Cervantes, pues consigue el siguiente efecto
«In caupona ministrabat puella asturica ampla vultu, collo plano, naso demisso, oculum luscum habebat atque alterum non valde sanum. Verum est elegantiam corporis eius supplere alia menda naturae: a summo capite usque ad pedes non plus quam septem palmos habebat et dorsum aliquantulum curvum, quod ei faciebat ut terram inspiceret plus quam quod ipsa vellet».
¿Pero qué hace don Ignacio? Esto:
«Estabat ad servicium ventae, quaedam moza asturiana quae habebat caram ancham, cogotem planum, naricem romam, unum óculum tuertum et álterum lagrimosum, corpus cortum et espaldas jorobatas; sed cum totis istis defectis, enhebrabatur quaedam desenvoltura típica quae expresabat ut in internis illius mozae, movebatur áliquid bonum».
¡Bueno! ¿A qué viene este sacar a relucir las supuestas bondades interiores de la moza? En una traducción chocarrera como esta, uno esperaría que cargara las tintas, pero no: la amplificatio va por otro camino. Id est, por uno muy semejante al que transitaría o había transitado don Miguel de Unamuno: el de la compasión, que, aun no sin cierta ironía, hace comentar al Rector hablando de Maritornes: «Dios se lo pague, pues era la generosidad y el desprendimiento mismos. Ella amó mucho, si bien a su manera, como todos, y por eso le serán perdonados sus refocilamientos con arrieros, ya que lo hacía de puro blanda de corazón» (Vida…, I,17). A don Ignacio no se le habría ocultado que bajo esos amó mucho y le serán perdonados se cobijaba un versículo de Lucas; aquel en el que, refiriéndose a la mujer pecadora, dice Jesús de Nazaret: remittentur ei peccata multa quoniam dilexit multum (7,47). Pobreza, soledad, compasión: cosas que oculta la risa.
(No podemos saber cómo habría macarronizado a la moza «carirredonda y chata» de II,10. Ni siquiera Peral Torres logra la síntesis, pues se ve obligado a ampliar quia rotunda facies erat ei et naribus depressis [8]. ¿Por qué «nariz aplastada», en vez de directamente «chata»? Virgilio tenía un «dum tenera attondent simae uirgulta capellae» (Ecl 10,7), que Espinosa Pólit tradujo como «mientras romas cabrillas ramonean»: uno pensaría sobre todo en «la nariz, entre Roma y Francia» del Dómine Cabra; Marcial tenía su muchacho «sima nare, turgidis labris» (VI,39,9), cuya nariz chata y labios abultados casi recordaban a la hija de los Perlerines de Miguel Turra, la cual traía «las narices, como dicen, arremangadas, que no parece sino que van huyendo de la boca… De los labios no tengo qué decir, porque son tan sutiles y delicados que, si se usaran aspar labios, pudieran hacer de ellos una madeja». Diríase también de Quevedo, pero no es sino del Quijote (II,47), y Peral Torres lo vierte de este modo: «habet nares arrectas sursum, ut dicunt; et hoc videtur esse ad fugiendum ex ore… De labiis nil est dicendi, quia tam subtilia ac tenua sunt ut si facerent ex eis spiras fili bene possent eas perficere». ¡Lo que dan de sí ciertos labios y narices, aun en una lengua tan sintética como el latín!).
Dice Sterne que «las digresiones, no cabe duda, son la aurora, la vida, el alma de la lectura… Todo el acierto reside en su buen adobo y sabia utilización» [9]. Acogiéndome a tan venerable patrón daré otra vuelta por este jardín de senderos que se bifurcan, pues Maritornes no solo fue objeto de la compasión de Calvo y Unamuno. Quizá por aquella misma época, una dama escribía este soneto:
En el libro inmortal el genio esboza
con singular gracejo esta figura;
zafia fregona de grotesca hechura
sin otro encanto que su sangre moza.
Ruda e ingenua al par, lo mismo goza
si en Princesa de mágica aventura
la torna don Quijote en su locura,
o si con Sancho sin rubor retoza.
Tú representas, moza descuidada,
por el amor a veces mal traída,
con tu olor a ensalada trasnochada
y tu burda camisa percudida,
la realidad grosera y descarnada;
la prosa miserable de la vida [10].
La prosa miserable de la vida no le impidió dejar salir a flote su bondad natural cuando el mísero manteado rogó a Maritornes que el trago de agua «se le trujese de vino, y así lo hizo ella de muy buena voluntad, y lo pagó de su mismo dinero; porque, en efecto, se dice de ella que, aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos de cristiana» (I,17). Aquí Calvo, en vez de amplificar, comprime, y se limita a un «agarrans jarrum vini cum quo caritativa Maritornes sustituerat jarrum aquae». Comprime, pero no olvida el adjetivo caritativa. Peral Torres sustituye las pictóricas «sombras y lejos» por un insatisfactorio apparientias habere a longe: de no reproducir las sombras y los lejos, bastaban las apparientias.
(Continuará)
[6] Casi podía haber hecho suyas las palabras del Inca Garcilaso, en su sorprendente traducción de los «Diálogos de Amor del doctísimo maestro León Hebreo», cuando advierte al lector que mire «en algunos pasos, adonde apelan los relativos, que por no descuadernar la obra a su dueño de su artificio, los dejamos como estaban». Y, haciendo alarde de fidelidad añade: «Puedo afirmar que me costaron mucho trabajo las erratas del molde, y mucho más la pretensión que tomé de interpretarle fielmente por las mismas palabras que su autor escribió en el italiano, sin añadirle otras superfluas, pues basta que lo entiendan por las que él quiso decir y no por más». (El subrayado es mío, claro).
[7] También echamos de menos la amplificatio al llegar al palomino. Tras haber leído non volo calentare cascos por «no quiero acordarme» esperábamos un chupabatur dígitos o algo así, en vez de chuparse directamente el palomino. En cuanto al laetificat cor juventutis es de ascendencia bíblica: vinum laetificat cor hominis, está escrito en el Salmo 103,15.
[8] Por cierto, el Bachiller Carrasco, que ya vimos que también era «carirredondo» y «de nariz chata», recibe el mismo trato que la moza solo «chata»: rotundus facie, nares depressae.
[9] Laurence Sterne, Tristram Shandy, I, 22, Madrid, Cátedra, 1985, pág. 125.
[10] En Enrique Vázquez de Aldana, Cancionero cervantino, Madrid, Studium de Cultura, 1947, pág. 42. Su autora, María del Pilar Contreras (1861-1930), ausente de las Historias de la literatura al uso, no lo está de la Enciclopedia andaluza. Adjunto su Autobiografía:
Fue tierra de Jaén mi cuna amada;
nací poeta por rigor del hado;
y si el cielo esa gracia me ha otorgado
no me sirvió en la vida para nada.
Siempre tuve muy alta la mirada;
jamás la vil lisonja he mendigado;
y el arte a que con fe me he dedicado
fue la alegría de mi vida honrada.
Aún ignorada sigue la obra mía;
me agito en un ambiente de poesía;
me llama el arte con divinas voces;
y hallé, tras mi trabajo harto infecundo,
todas las injusticias… en el mundo;
y dentro de mi hogar… ¡todos los goces!