El gallo de la torre de San Esteban

Si la torre de San Esteban de Segovia ha merecido la atención de los poetas, no se ha quedado atrás el gallo de metal que la corona. El animal, arrogante y altivo, marca en la silueta una cresta pronunciada y una cola de mucho recorrido, que se curva y alarga y, al final, se arremolina en un súbito regocijo de plumas.

El perfil oxidado, que se apoya sobre una bola de acero y se remata con el signo de la cruz, ha sido definido por Dionisio Ridruejo como «el gallo sin voz, alto y herido, / que canta con el hierro tus auroras».

Pero hoy tiene una orientación distinta, pues señala el crepúsculo y no el alba. No es gallo de albor, sino ave de crepúsculo. Y por lo tanto, no anuncia a los vecinos la llegada de una nueva jornada, sino el término de la que nació a sus espaldas.

Este gallo que vive a contracorriente, este gallo subversivo en suma, ha huido del corral y ha sabido volar hasta encaramarse en lo más alto. Y así, nadie le puede discutir su condición de observador privilegiado. Sobre las tejas y los surcos. Sobre los automóviles que abarrotan la plaza y las espigas que crecen en el páramo.

Gallo de la torre de la iglesia de San Esteban. Segovia.

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12 comentarios en «El gallo de la torre de San Esteban»

  1. «Poesía necesaria como el pan de cada día»

    Un soplo de aire fresco en medio de tanto esmog.

    Linda foto y estupendo texto.

    Que sean muchas veces.

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    • Muchas gracias, Federico, por tus palabras, que denotan sensibilidad y aprecio por el trabajo que se esfuerza en captar algunas de las múltiples aristas que posee la belleza.

      Trataré de que este esfuerzo se prolongue al menos 53 veces más.

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  2. Tus hermosas y certeras palabras, Pascual, en esta entrada y en otras, me traen a la memoria algunos instantes maravillosos compartidos en Segovia con mi amigo Luis Javier Moreno, que adoraba su ciudad y nos transmitía su entusiasmo en las visitas que hicimos con él; el mismo entusiasmo que se desprende de tus bellas frases.
    En un verso suyo, de Poemas de Segovia, Luis Javier se refiere «a la exacta y perfecta majestad de sus torres».
    Me entran ganas de volver allí ahora mismo.

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  3. Celebro sobremanera, Miguel Ángel, que este modesto trabajo sea apreciado, y más en estos tiempos donde parece que sólo se atiende el estrépito de los mensajes superficiales y no la hondura de las palabras dichas en silencio.

    Yo también he gozado con los versos escritos por Luis Javier Moreno, del que tengo casi todos sus libros y algunas cartas pertenecientes a la correspondencia que mantuvimos.

    Te recomiendo una nueva deambulación por la ciudad de Segovia. Y si fuera posible, en compañía de mi libro Segovia. Guía de la ciudad, que ofrece sugerencias inéditas para redescubrir su belleza.

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  4. en ocasiones uno encuentra un oasis, que se llega a apreciar cuando por condiciones geograficas ( vivir en Cataluña) hay sed de frases bien contruidas y vocablos que uno casi ha perdido gracias Pascual

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    • Gracias a ti, Miguel, por tu atención.

      Y espero que no se apague nunca tu sed de frecuentar textos escritos en un lenguaje que se aparte del apresuramiento y la vulgaridad.

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      • Pues si, la rapidez y la vulgaridad, nuevos tiempos, pero bien esta a estas alturas de la vida, el sosiego , y el aprendizaje y un buen diccionario gracias, y también por esas maravillosas fotografías.

        +

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        • Celebro que te gusten las fotos, Miguel. Irás viendo en las próximas colaboraciones que el trabajo fotográfico trata de estar especialmente cuidado, no sólo en lo que se refiere al tratamiento de la luz sino también en los motivos elegidos y en los encuadres seleccionados.

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  5. Qué gusto leerte, Pascual. Qué precisión y hermosura, pareces un campesino cultivado. El gallo al que aludes parece ser que es reencarnación de don Juan de la Barga, un caballero segoviano del XVI, un embobadamas, que quedó convertido en gallo tras la maldición que le echó Rosa García, su criada, una muchacha de Pedraza que le negó el favor. Era tan lascivo don Juan que, todavía hoy, lanza su quiquiriquí cuando pasa por los alrededores de la torre alguna dama cumplida. Todavía se le remueve la testosterona. Eso dicen.

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    • Muchas gracias por tus palabras, Ignacio, que he leído con verdadero placer, tanto por lo sabroso de la anécdota como por la amenidad del estilo.

      Me parece muy jugosa la ampliación informativa sobre las aficiones del caballero y las proezas del gallo. Ante los nuevos datos que aportas, es preciso reiterar que se le debe rendir admiración y pleitesía a un animal tan sensible a la belleza femenina y tan activo a lo largo de los siglos.

      Quizás las audacias del gallo y las veleidades del caballero constituyan acicate suficiente como para alumbrar un nuevo texto.

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