Sigue siendo un misterio la corrección de textos. Nunca parece terminada.
Oportet Editores tiene como obsesión que la corrección de textos que practica sea lo más rigurosa posible. Es una máxima que nos hemos marcado desde el principio. Por eso insistimos en el uso de una norma de estilo (generalmente la que quiera el cliente) o si no, una aceptada de forma mayoritaria como puede ser la que aporta la RAE. Y algo sustancial: no es lo mismo la corrección ortotipográfica que la corrección de estilo. Son lecturas diferentes e independientes. Mal lo tiene el que pretenda hacerlo todo de una vez. Mejor dicho, mal lo lleva el cliente.
A partir de ahí, tenemos la regla que debemos seguir para todos los casos. Pues bien, aún así habrá momentos en que se dude. Lo conveniente es acudir a opiniones autorizadas como Martínez de Sousa o Arturo Ramoneda u otro especialista (acudir a ellos sería complicado, más bien a sus libros y sus manuales). Y después, dependiendo del caso concreto, pactar con el cliente para buscar la mayor unanimidad posible. No puede ser, pongamos por ejemplo, que se usen mayúsculas en ciertos términos al comienzo del texto o en un capítulo concreto y más adelante lo veamos en minúscula. Qué decir de las palabras que admiten la acentuación o la no acentuación (elite – élite / periodo – período) o de los últimos cambios de la Academia. Finalmente mucho ojo con las posibilidades diacríticas (cursivas, negritas, comillas).
En definitiva, para cualquier tipo de texto (jurídico, divulgativo, literario, comercial, periodístico…) hay que buscar una referencia, ser muy minuciosos con la corrección que se lleva a cabo y no dejar cabos sueltos.
Corregir, creo yo, es como un puzle (sí, con una z). Todas las piezas deben encajar perfectamente para lograr un resultado idóneo.
Es duro y arduo, pero a los que nos gusta este mundillo de la corrección y de los detalles el trabajo no puede ser más gratificante.