La corrección es innegociable - Oportet Editores

La corrección es innegociable

27 diciembre, 2011

Ya hemos apuntado en más de una ocasión la importancia de la corrección. Es un hecho objetivo que en el momento en que alguien escribe algo, ya hay posibilidades, si no se tiene cuidado, de que aparezcan las erratas.

Y no hace falta que sea la novela de turno o una tesis o un trabajo universitario de un número importante de páginas. Precisamente, el accidente puede llegar en un trayecto corto en una carretera local, permítanme el símil.

Un amigo fue hace unos días a comprar un destornillador a una de esas tiendas de chinos tan numerosas, en las que lo mismo se vende un árbol de Navidad que una caja de cerillas.

Entre esa balumba de objetos, acabó por dar con ese pequeño instrumento. Lo impactante esta vez no fue el contenido, sino el continente.

Ni que decir tiene que el elemento en sí estaba, esto es, el destornillador. Lo que no acababa de definirse bien era la lengua en que estaba escrito el texto que decoraba la cajita. Un remedo de español.

Sí, hagan la suma: 34 palabras (si hablamos del texto de la parte superior; en lo de abajo, mejor no entramos, aunque ese «Fuen La brada» no tiene desperdicio) de las que prácticamente una cuarta parte tienen erratas. Y qué decir del estilo…

No será improbable que alguien diga que a nadie le interesa lo que ponga en ese cartón. Que es absurdo fijarse en esto. No estoy de acuerdo. ¿Por qué hacerlo mal cuando se puede hacer bien?

Es necesario cuidar estos detalles si no se quiere ir poco a poco acabando con nuestra lengua. Es algo demasiado importante como para obviarlo.