No sé si es algo común, pero a mí me pasa a menudo. Y, sinceramente, me gusta que así sea.
Me refiero al hecho de que a pesar de que sigan cayéndose las hojas del calendario, siempre haya gente que sea capaz de sorprenderte. Gente capaz de ilustrar cualquier tema con algún detalle que le dé color al momento. Un verso, una película, la intrahistoria del camino que te lleva hacia un punto concreto.
Resulta que hablábamos de la bella Irlanda. Más de uno de los que nos movemos por Oportet conocemos los parajes, el sabor de la cerveza negra del Cobblestone, un guiño de Dublineses, la calzada de los gigantes en el norte de la isla, los muros históricos de Belfast o el puerto marítimo de Cork. Donegal y sus castillos, Galway, Kikenny, Limerick… Pero claro, alguien recordó los muros de Dún Aengus en la isla de Inishmore, una de las tres que forman las islas Arán. Un fuerte prehistórico situado en la cima de un acantilado a 100 metros de altura.
Entonces se habló de la película de Flaherty, Man of Aran, y ya no pudimos dejar de imaginarnos un paseo por ese emplazamiento.