Castillo de Moya (Cuenca)
4 septiembre, 2019
Moya es hoy un pueblo que, desde que fue abandonado a mediados del siglo XX, está siendo poco a poco recuperado del olvido.
Conviene precisar que la localidad fue un enclave poderoso, sobre todo a partir del momento en que los Reyes Católicos lo entregaron a don Andrés Cabrera, primer marqués de Moya. Convertida en fortaleza estratégica por su situación fronteriza con los reinos de Valencia y Aragón, tuvo cinco recintos defensivos, siete puertas, seis iglesias, dos conventos, un hospital y un castillo.
Una doble barandilla de madera parece conducir la luz hasta el torreón esquinero y la torre del homenaje. Esta última, que lucía un cuerpo más de altura hasta su desmontaje en las guerras carlistas, se esfuerza en su agonía por atraer la atención de los crepúsculos.
La torre, alzada como un mirador sobre los campos, recibe la última caricia de la luz. Una luz amable y delicada, tibia en su temblor, que se hunde en los poros más íntimos de las piedras y trata de llegar al corazón.
Ese corazón que alberga todavía ecos de armas y susurros, de besos y batallas, de versos prohibidos que recitaba el trovador.