Buhardilla - Oportet Editores

Buhardilla

11 abril, 2012

La ultracorrección —ya lo hemos visto— produce curiosidades; la contaminación, también. Nadie ignora lo que es una buhardilla; pero su origen es más lejano, y su contaminación derivada, harto explicable.

Buhardilla tiene aire de diminutivo. Y lo es. Buhardilla es un diminutivo de buharda, y la buharda era una especie de ventana o claraboya en el tejado de la casa. ¿Su origen? El verbo buhar o bufar, que significaba soplar. (Por cierto, bufar viene de bofe, ‘pulmón’, y todavía mi abuela decía «echar los bofes» cuando uno llegaba con la lengua fuera). Así, pues, la ‘buharda’ era en su origen el respiradero para el humo, al que se expulsaba buhando, es decir, soplando, y supongo que alguna vez bufando. Luego, por sinécdoque o proximidad, pasó a designar el lugar que tenía una buharda en el techo; esto es, el desván o sobrado que estaba justo debajo del tejado.

Con esa acepción la hallamos ya en La Gatomaquia, de Lope de Vega, cuando Marramaquiz «paseaba el tejado y la buharda / de aquella ingrata cuanto hermosa fiera» (II, vv. 16-17). Y, mucho más cerca de nosotros, una de esas típicas acotaciones de Valle —esta vez en la penúltima escena de Los cuernos de don Friolera— dice: «En su buharda, como una lechuza, acecha doña Tadea». Si el desván era bajo y encogido, el diminutivo lo redujo a simple buhardilla.

Cuando el desván empezó a servir para guardar trastos y cachivaches, ¿qué cosa más lógica que llamar guardilla a aquel espacio cuyo remoto origen se había esfumado con el humo? Ambas, la guardilla y la buhardilla, conviven hoy en los diccionarios. Y también la bohardilla, que es la que utiliza Torrente Ballester en La saga/fuga de J.B. En Silvestre Paradox, Baroja usa más de cuarenta veces ‘guardilla’ e ignora la palabra ‘buhardilla’.