Lo que importa en la imagen es lo que se ve. No los muros del castillo de Trakai, sino las barcas. No las torres airosas o las paredes de ladrillo de una fortaleza que fue terminada en el siglo XV, destruida en la Segunda Guerra Mundial y terminada de reconstruir en 1961, sino las barcas.
Las barcas. Esas barcas sencillas, varadas en un punto cualquiera de la orilla, abandonadas a su suerte, olvidadas quizás y hasta alejadas de la atención de los turistas que recorren la pasarela.
Lo que importa es lo que se ve. Y lo que se ve es el color. El color y su reflejo. La belleza y su efímera memoria sobre el agua.
Solo el color. El hermoso retablo de colores que conforman la humilde arquitectura de las barcas.
Y su borroso reflejo sobre el agua.