Por esta vez el latín abandona a los banqueros, como el ángel del Señor a Tobías. (Solo en la lengua, claro, no en los hechos).
Porque banco no viene de latín ni griego, sino del germano bank, aunque —especifica Corominas— muy pronto fue «tomado por el latín vulgar de todo el Imperio de Occidente», y designa desde luego al ‘asiento, con respaldo o sin él, para sentarse’. Para Covarrubias «significa algunas veces el cambiador, tomando nombre del banco material donde está sentado para dar y recibir el dinero, como se llama en la lengua griega trapezites, del nombre trapeza, mensa; y de allí trapaza, trapacero y trapacista». A estos los define el DRAE como aquellos «que con astucias, falsedades y mentiras procura(n) engañar a alguien en un asunto». ¿Son unos trapaceros los banqueros?
En la nueva acepción podemos encontrar a nuestro banco ya en 1517, cuando Torres Naharro hace decir al Escalco de la Comedia Tinelaria: «No tiene más el pobreto / de mil ducados en banco» (jorn. V, vv. 233-34). No tardarían en aparecer los banqueros de Carlos V, a los que Ramón Carande dedicó mil quinientas páginas. En una de ellas recoge un texto de Cristóbal de Villalón —el conocido autor de El Crótalon—, que, como el de Zabaleta a propósito de los políticos, parece escrito ayer, y no lo fue sino en 1541:
«También hay algunos mercaderes, y especialmente alemanes y genoveses, que dan a cambio a señores y príncipes, con los cuales hacen grandes partidos a tanto por ciento sin más condiciones. Y los dineros que así dan a cambio, porque son en gran cantidad, acontece que no los tiene todas veces el mercader que los da, y tómalos a cambio de otros mercaderes para darlos a los príncipes; porque, con el crédito que tienen, pagan mucho menos de interés de lo que ellos después llevan a los príncipes. De manera que, para dar a cambio, toman a cambio, y lo que llevan a los príncipes de interés es mucho más de lo que usan llevar a otros mercaderes.
Y así, con intereses de príncipes, han enriquecido muchos mercaderes. Y de lo que así dan a cambio a los príncipes, toman términos y plazos para haberlos de cobrar, dentro de ciertos tiempos, de las rentas y servicios de los dichos príncipes y señores como se conciertan» (Provechoso tratado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprobación de usura, cap. 17).
Juan de Arce de Otálora (muerto en 1561) compuso unos Coloquios de Palatino y Pinciano. En la jornada 14, estancia 4, en la que se habla de préstamos y cambios y de cómo «véndense y cómpranse dineros», oímos concluir a Palatino: «Vámonos a comer, que se hace ya hora. Que lo que yo veo es que estos mercaderes y cambios y banqueros y tratantes gozan este mundo y poseen lo mejor de él. Ellos tienen las buenas cosas y huertas y joyas y todo el dinero, y nosotros andamos siempre hambreando y a sus migajas, pasando mil lacerías».
¿Son los banqueros unos trapacistas? ¡Y pensar que también se llamó banco al asiento en que iban amarrados los galeotes que remaban en galeras!