Leyendo al padre Francisco de Mendoza comienza esta reflexión:
Soledad, no hay compañía
mayor, donde el alma yace
consigo, y en ella nace
una verdad cada día:
en esta breve armonía,
miro cuán breve reposa
en un peligro la rosa,
en un desmayo el jazmín,
y que sola el alma al fin.
permanece siempre hermosa.
¿Por qué la soledad en el escritor? ¿Por qué esa imbricación vital?
Marcel Proust, Rilke, las hermanas Brontë, Delibes… casos y casos.
La analogía del escritor con su traje de caza en busca de las palabras exactas para su texto podría servir. Necesidad absoluta de silencio, tranquilidad, de estar con uno mismo. Al fin y a la postre, el que jamás te abandona.
Porque pese a que la soledad pudiera aparentar lo contrario, es en tantas ocasiones motivo de fruición. Saberse solo, libre y próvido en el actuar, para disfrutar sin cejar.
«La concentración en ti mismo te devuelve al nuevo y maravilloso mundo que surge en el color y la cadencia de las palabras en movimiento», dijo Oscar Wilde.