
«La mostela es un haz o gavilla de sarmientos que, aparte de alimentar la lumbre, es un combustible apreciado por algunos cocineros de arroces en Murcia, e imprescindible para asar como es debido las chuletas de lechazo a la parrilla en muchos pueblos de Castilla». Esto lo decíamos, hace ya muchos meses, a propósito de la ‘mostela’, en este mismo Rincón de las Palabras.
Pero es el caso que ayer, en el juego de Pasapalabra —que entre otras cosas sigo en honor y memoria de mi hermana—, el concursante Luis Esteban se quedó al borde del bote por no adivinar una definición que se presentaba así: «Haz de mies». El concursante dijo no sé qué otra palabra, y el resultado fue ese «¡Nooo…!», que viene acompañado de charanga y desconsuelo.
Yo, que me he criado entre mostelas —porque, como he dicho en otra ocasión, hasta mi abuela las trenzaba y convertía casi en comadrejas—, pero también entre mieses, manojos, haces y gavillas, no reconocí la mostela bajo esa definición. Se recurrió a la autoridad del Diccionario —del que ya dijo Borges «que no acierta nunca / con el matiz preciso»—, pero es el caso que el DRAE solo define mostela como «haz o gavilla», pero no «de mies». Sospecho que algún otro diccionario, deudor del DRAE, añadió «de mies» para darle su personalidad y sello propio. Grave error.
Es evidente que quien definió así mostela no tuvo nunca una entre sus manos. Un haz y una gavilla pueden serlo (casi) de cualquier cosa, incluso de leña, como el que llevaba el viejo de la fábula; gavilla se llama a la de sarmientos, cañas, mieses, ramas, hierba y otras hierbas. Pero lo específico de la mostela, lo que da razón de su etimología, son los sarmientos, que, debidamente trenzados, pueden acabar pareciéndose, por su color y forma, a la cola de una comadreja. O dicho de otro modo: toda mostela es un «haz o gavilla», pero no todo haz ni toda gavilla es una mostela. En conclusión: no hay que censurar a Luis por no acertar una definición inexacta, y sí a los responsables de Pasapalabra por presentarla así.