La foto muestra la antigua escalera monumental del palacio que Juan de Goyeneche mandó construir en Nuevo Batzán a comienzos del siglo XVIII.
Hoy, las escaleras de este edificio diseñado por José de Churriguera esbozan una perplejidad propia de los tiempos que nos toca vivir.
La claridad que penetra por la ventana izquierda dibuja una diagonal de luces y sombras que sugiere dos posibles escenarios en una atmósfera general de incertidumbres.
¿Hacia dónde conducen esos peldaños de piedra que ya no pisa nadie? ¿A los aposentos de la zona noble donde antaño reinaban miriñaques y pelucas, cémbalos heridos y rostros blanqueados con polvos de arroz? ¿O más bien a unos sótanos donde se ocultaba la miseria sobre la que se asentaba la engañosa arquitectura de los refinamientos múltiples?
¿Nos encaminamos hacia el piso de las reverberaciones ilustradas o, por el contrario, descendemos a los infiernos donde se aloja la barbarie?
¿Qué es más aconsejable? ¿Evadirse en la evanescencia de las evocaciones o ahondar en la raíz del sufrimiento que luego ha de desencadenar el vendaval y la catástrofe?
